CALDERÓN, Raúl Aguilera
FACES DA HISTÓRIA, Assis-SP, v.2, nº1, p. 172-184, jan.-jun., 2015.
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De modo que el referente histórico, esto es, el tema eje en torno al cual se
organiza el discurso, debe de girar en torno a las relaciones humanas en el pasado y
los cambios que han sufrido a través del tiempo, las cuales se encuentran plasmadas
en alguna forma de lenguaje. Dicho de otra manera, un texto historiográfico debe de
tener como referencia el análisis de las relaciones del conjunto de símbolos y códigos
compartidos por una sociedad, en un tiempo y un espacio determinado.
Para los nuevos metafísicos del tiempo, Zammito y Ethan Kleinberg (KLEINBERG,
2012, p. 3), el modo en la que la historia se adhiere a las formas del lenguaje y la retórica,
no se agota en ellos. Sin embargo, como bien lo señala Koselleck (1993, p. 90), “no son
los hechos que conmueven a los hombres, sino las palabras sobre estos hechos” y en
nuestro caso, la forma de narrarlos. Bajo esta lógica se podría pensar que la narrativa
histórica es un conjunto de símbolos, un lenguaje no traducido, algo que se necesita
contextualizarse para ir de las simples descripciones hacia la exégesis de los textos.
El desafío, como lo creo, consiste en la interpretación de los símbolos observables
en las fuentes históricas desde nuestro presente. Esto, claro está, con la intención de
reconstruir la dinámica del pasado y estudiar las condiciones que han hecho posible
que las fuentes han sobrevivido y llegado hasta nuestros días. Este desafío es enorme
y nada fácil de afrontar, porque exige a los historiadores la aproximación a nuevas
metodologías de otras áreas de estudio: el postmodernismo por ejemplo
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, tal y como
sucedió en 1930 con la nueva historia asociada a la llamada École des Annales
6
.
Desde este punto de vista es posible plantear las siguientes preguntas: ¿Es
posible llevar a cabo un análisis simbólico de los hechos históricos desde el presente?, y
de ser así como lo creo ¿cómo dejar de considerar los símbolos, aquellos que mantienen
una misma estructura a través del tiempo, como la supervivencia de un rasgo arcaico;
es decir, como una continuidad lineal?
PROPUESTA METODOLÓGICA.
El fundamento teórico que me permitirá delimitar las categorías de esta propuesta es
el análisis simbólico, derivado tanto de las concepciones lingüísticas como de la semiología.
Bajo esta lógica, un hecho histórico será visto como un conjunto de signos articulados
7
.
5. Vale la pena traer a colación la relación entre los historiadores tradicionales y postmodernistas, que
plantea Ginzburg. “En el pasado los historiadores se ocupaban del tronco de los árboles o de las ramas;
sus sucesores postmodernos sólo se ocupan de las hojas, esto es, de fragmentos minúsculos del pasado,
que indagan de manera más amplia, independientemente del contexto más amplio (las ramas y el tronco)
de que formaban parte” (GINZBURG, 2010, p. 387). Para este autor, la ambición de conocer el pasado
de la historiografía moderna ya está caducada, puesto que en su micro-historia debe de buscarse en el
presente “… en el modo que su configuración puede ser adaptada a formas de civilización existente hoy
en día” (Ibíd., p. 338). Sin embargo, el postmodernismo, o como quiera que se le designe, se encuentra
renovando la historia conceptual.
6. Recordemos que la École des Annales, fundada por Lucien Febvre y Marc Bloch en 1929, se caracterizó
por haber desarrollado una “nueva historia” en la que el factor más importante es el geográfico. Porque
a geografia podía se apresentar como candidata a resolver os problemas que a ele se aprensentavam
(FEBVRE, 1978, p. 161). Es decir, la nueva historia se aproximó hacia otras disciplinas, que para su tiempo
fue una innovación, o bien fueron modernistas.
7. A partir de la década de 1920, los estudios simbólicos fueron aplicados a las ciencias sociales. Los
grupos más famosos de “simbólicos”, por así llamarlos, se encontró en Alemania y em Suiza. El primero,
denominado como la escuela de Hamburgo, fue representado por los trabajos de Aby Warburg, Fritz Saxl,
Edgar Wind, Ernst Cassier, y Erwim Panofsky (BURKE, 2004, p. 43); mientras que el segundo, llamado la